Soy una persona desordenada -muy desordenada-, tanto en mis dispositivos electrónicos como en el aspecto físico del hogar. Intento mantener un control de todo, pero inevitablemente, siempre vuelve el caos del desorden. Aunque dentro del desorden, hay un orden, al menos para encontrar las cosas. Por mucho que me organice, finalmente acabo siendo un desastre dejando los cables, gadgets, cajas, accesorios en cualquier lugar del estudio. Bueno, también en el ámbito de todo el hogar, para que engañarnos.
En cambio, hay algo por el que soy bastante ordenado y no puedo progresar si no existe cierto orden. Hablo sobre como trabajar con el iPad o el Mac. Ahí no “hay tu tía”, siempre sigo un mismo orden y un mismo ritual. Para ser más claro, mientras escribo estas líneas, estoy usando una aplicación de escritura en formato Markdown, donde sólo se muestra el texto en un lienzo en blanco, nada más. Escucho música indie a través de mis auriculares con la cancelación de sonido activada y una luz tenue. Todo ello mientras mi ventana está un poco abierta para que pase algo de brisa.
Un ritual minimalismo muy efectivo
El hacer este ritual cada vez que voy a escribir un artículo o algún texto por el simple hecho de escribir (tengo Notas con muchas libretas cubiertas con relatos que nunca he publicado) es algo que no puedo discutir. Si me salto alguna de estas características, mi mente comienza a distraerse y no soy capaz de concentrarme. Ya puedo tener mil cosas en la cabeza que la sencillez y minimalismo que ejerzo a la hora de escribir, hace que mi rendimiento se multiplique por 1.000. No, no estoy exagerando.
Podría poneros dos ejemplos claros sobre como mi mente llegue a tal éxtasis de paz que prácticamente me adentro en mi mundo interior sin percatarme sobre lo que ocurre en mi alrededor. Tengo algunas anécdotas en los trayectos como en casa cuando me quedo con mis dos peques, pero quizás lo deje para otra publicación. Hoy, ahora, en este momento, solo me apetecía escribir sobre lo que marca en el titular. También, no os voy a engañar, para desengranar la maquinaria antes de comenzar con los artículos que tengo encargados para el trabajo.
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